Vivimos en continua actividad.
En nuestra sociedad se privilegia al hacedor, que productor incansable y consumidor constante, contribuya en la dinámica Economía de Bienes y Servicios.
¿Qué tan saludable es esa dinámica para el Ser? ¿Qué tanto han cambiado nuestros hábitos y repercutido en nuestra salud?
Esa es una respuesta individual que afecta la colectividad no solamente humana.
Jornadas de trabajo prolongadas (10 o más horas), restricción en horario de sueño, conectividad casi permanente, modalidad multitarea continua o frecuente, poco tiempo o ninguno para comer tranquilamente o tener un rato de ocio útil, disponibilidad permanente para el (los) otro (os).
La naturaleza misma nos muestra los beneficios de las pausas y los ritmos fluctuantes. Nuestros cuerpos en su naturalidad lo viven, más nos hemos encargado de acomodarlos a los procesos del mundo moderno.
Mas nuestros genes no lo son, aun se mueven en dinámicas ancestrales. Y los cambios de estilo de vida van más rápido que los cambios de adaptación genética y eso contribuye negativamente en nuestra salud y bienestar.
La inacción contiene en si misma una acción más profunda, interna, sutil. No existe la una sin la otra. Aceptar la valía del descanso en nuestra sociedad y ejercerlo, mas que un desafío es una imperiosa necesidad.
Saludable descanso para todos
Adriana Marcela
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